sábado, 17 de febrero de 2007

Mudanza (espero a los hombres)

Espero a los hombres
de la mudanza
que se retrasan, como es menester,
que es lógico que se replieguen
un momento al carajillo mañanero,
de mañana bien temprano,
con el sol bien reluciente,
con el cigarro templado.
Espero a los hombres
que han de llevarse mis muebles.
Pues me marcho de mi tierra,
de Burjassot, de Valencia,
pues me marcho de mi tierra,
para recordarla siempre.
Espero a los hombres
que me llevarán a la capital,
a mí y a todas mis forjas,
nos llevarán en camión,
de Burjassot a Madrid.
Espero a los hombres.

martes, 13 de febrero de 2007

Abnegación por el amor perdido

Restrinjo las llamadas a mi corazón
ilusionado con el repiqueteo de los martillos
ancianos y agostados de un parcal medianero.
Y es que nunca comulgué con el dicho
de castellanos viejos de
"el muerto al hoyo y el vivo al bollo"
de canela,
relleno de crema
pastelera.
Pastelera menor de un cacique de lima,
qué sustancia es la que se vierte por
sus entretejos de virginal calado.
Restrinjo, repito, restrinjo,
que aún es reciente la desesperanza
de la pérdida del mayor amor
por el que este corazón tardío
pero no experimentado,
ha latido.

En Madrid, 12 de enero de 1929

Semblanza

"Poetas en España somos pocos", dijo en una ocasión la gran María O. Neta. Esta sentencia, que en su momento se entendió como una manifestación narcisista, no fue en realidad más que la sinceridad desbordante de la que se sabe en el lecho de muerte. A sus 77 años, en 1996, María sintió las garras de la de negro y abrió la caja de los truenos de la poesía. "La poetisa silenciosa", la llamaron otros. En los círculos líricos y en las charlas literarias de café raro era el día en que no se mencionaba a María, por su indudable influencia sobre la poesía no ya capitalina o levantina, sino nacional y, en general, de habla hispana. Ella era la musa-obra. La que inspiraba, creaba, pero callaba. Hasta aquel momento. En el catre, entrada ya la mañana, en un estertor, sacó a relucir de debajo del colchón cuadernos y cuadernos y más cuadernos que reunían sus obras completas (doce poesías de amor, alegría, dolor y sufrimiento). En un acto de generosidad como pocas veces se ha visto, compartió su obra con el público en portales de poesía y de divulgación. Desde entonces, superado ya el bache que resultaron ser gases, María nos sigue regalando con su arte.
Inauguramos ahora este blog poético español con dos de las poesías que María ha brindado a la humanidad y a la historia del arte. En adelante iremos desgranando las perlas que de su pluma. Así como notas, apuntes biográficos y vivencias. Admitimos y abrazamos comentarios, alabanzas y loas, porque no inspiran otra cosa las poesías de María.
No quiero ocupar más espacio, que debería estar repleto de poesía y nada más.
Viva María. ¡Viva!

David Pérez Neta - Sobrino, heredero, admirador y químico.

A Anacarda, amiga

Renunciar a la poesía por la poesía misma,

Cardo, flequillo cardado, la hermana de María,

Cajús, en definitiva, con nombre de mujer.

Soslayo en cada palabra,

Sorpresa en cada verso,

Mezquino quien no te crea,

Salud, bienvenidos todos.

¡Qué de tiempo que sin que te pases!

Ornitorrinco baqueteado en la sima

Proverbial de ancestros parecidos.

Semejantes.

El alma aún abierta a flor de piel

Piel.

Ése es el contacto.

Acercarse a la idiocia, sobrepasándola con creces,

Rozándola apenas,

A un milímetro,

Sobrepasándola con creces.

Luz de la mañana, reflejo de la aurora,

Vienes del sur y hacia poniente te diriges

Poniendo en cada soneto una

Palabra de amar

gura.

Movidas,

Fotos,

Calendarios fuera de temporada,

A la sombra de un ombligo tempranero,

Resguardado por la camisa marrón,

Parte integrante de un equipo de montaña,

Siempre añejo, siempre lejano,

(anejo sólo es un poco distinto de añejo)

Nunca a la mano.

Qué calor, qué bien vendría, a estas alturas, una poquita de sombra en la que resguardarse.

A ti, Anacarda, amiga,

de la mi pluma.

Primera Visión de mi Marido

Hay ante la puerta de mi casa

Un señor malencarado.

Me está mirando muy serio, y trata de tocar mi mano.

¿Qué he de hacer, madre?

No lo sé, soy tan joven aún.

Pero colijo que no muy tarde,

En dos años a más tardar,

Algo más sabré de este señor que me tira los tejos

Inmisericorde.

La virtud, la legendaria savia, la matriz,

Pero es complicado.

Yo mantengo mi virtud, y lo haré,

Reniego de los sabores de la carne,

De los humores del lecho,

De las caricias,

De la piel,

Del aliento contra la nuca y los dedos clavados en las sábanas.

¡Reniego, reniego!

Pero él no deja de frotarse contra la barandilla.


En Madrid, 27 de septiembre 1949.