viernes, 21 de noviembre de 2008

Salve

Adobe usted esas perdices,
Si tanto le interesan.
Yo no creo en su caridad ni en su buena vista de lejos.
Socarrón era mi padre, y usted no es más que un
Servil majadero.
Achica, achica,
Que los tornos no pueden servir en estos casos,
A no ser que los utilices contra tus propias encías.
Salve.

9 comentarios:

María dijo...

Querido amigo Alejandro:
Me dirijo a ti con cierta cortesía por tus pocos años (no te azotarán los debidos latigazos de mi furia). Por supuesto no he leído ni pienso leer el blog al que me remites. Mi única inspiración soy yo misma y no necesito de noveles buenas intenciones.
Te escribo estas palabras más bien para comentar tus normas de cortesía. Cuando un pajarillo como tú se dirige a una señora (Señora) como yo, debería guardar unas mínimas normas de etiqueta, muy sencillas y gratificantes. Puedes empezar con un "Estimada poeta", o "Grandísima escritora" o cualquier otra fórmula que se te ocurra. Y en vez de escribir una frase meramente descriptiva y absurda, prueba a poner algún verbo que le dé sentido. Por último, hay que despedirse correctamente con un "a sus pies y a los de Dios quedo", o "siempre a su disposición". Son sólo ejemplos.
Un saludo, pequeño admirador,
MON.

Anónimo dijo...

Vaya puta mierda blog.

Marcelo Aguafuerte dijo...

Usted si es tan vieja quizá haya conocido a Marcelo Aguafuerte. Quizá haya fornicado incluso con él.

María dijo...

Marcelo.
Me asquea lo que insinúa usted en su comentario majadero. No le conozco, ni en el sentido vulgar ni en el bíblico. Tales marranadas resérveselas para los escritos absurdos y de segunda que usted firma, o para su vida (si es que se le puede llamar así) patética y alejada del camino correcto y firme del Señor.
Airadamente,
MON.

Marcelo Aguafuerte dijo...

Ay María, que te me vas, no vuelves
Templo devorado por sus mil ecos
Devoción al lastre de tus mejillas
Qué me dan sin ti, olías a rosas
Qué me queda, yo, vivo, enajenado
Con un puño que todavía late
Y gime y ronca y se sacude y duele
Qué me queda, mis veinte años, tus rezos,
Qué queda tras de ti, limón partido
Tirabuzón rubio, cabecita sucia

Dormirme con un ojo medio abierto
Y querer ver ni la mitad del mundo

El tiempo todo lo cura
El tiempo, ay el tiempo
Todo locura.

- Llámame cerdo. Sin embargo, yo sigo enamorado de usted.

María dijo...

No soy yo de usar palabras tan vulgares como la que usted insinúa que le he dirigido. Una vez más, su poesía es vulgar e inválida. Corríjase y absténgase.
Un frío saludo,
MON.

Marcelo Aguafuerte dijo...

Verdaderamente es usted una de esas mujeres en peligro de extinción, menos sea por su edad que por su soberana soberbia y osadía de furia, mezcla de cierta capacidad para la admiración y otra poca para obstinación, todo ello con un chorrito de luz divina. No sea usted tan valenciana, y utilice su duende para cantar villancicos y bailar alrededor de una bonita hoguera

María dijo...

No puedo ser menos valenciana de lo que soy, querido Marcelo, porque eso es un sentimiento que se lleva muy dentro. Pasé muchos años fuera de mi querida Burjassot, como usted bien sabrá a poco que sea algo leído, y nunca abandonó mi corazón el arroz al horno, las falleras mayores y los puros bien fumados por hombres de bien. No puedo ni quiero ser menos valenciana de lo que soy.
Dicho esto, aclararé que mis comentarios no son hechos desde mi valencianismo, sino desde mi mismidad, que es única y excelente.
Usted, sin embargo, continúa con su actitud majadera. Tanta que no da ni pena.
MON.

Y yo qué sé dijo...

Doña María, mucha gentuza...