domingo, 9 de diciembre de 2007

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Es tan evidente que casi daña
a los oídos
y a la vista
y al ombligo
(hacia fuera, bajorrelieve de trazo grueso),
que casi
marchita las pupilas del viento
mañanero que perpetra su función
a conciencia pura.
Que haya siempre que aguantar esta serenata
desviada y aburrida.
Que no se pueda una sumar al carro de las
desdichas
de los monstruos egoístas y envidiosos.
Es tan evidente que de perspicaz
se muestra malévolo y ausente.
Es tan perspicaz que la evidencia
padece las bilis y la hiel,
carcamal de un payaso malnacido,
de un payaso bienintencionado
de baja cuna, de pétreo busto
de armiño rancio.
Resiente, ¡resiente!

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