jueves, 25 de septiembre de 2008

(Se) Ha sentado el almirante

Introducción

Perdona que no te apañe
otra visita a mejor hora.
Disculpa que sean las prisas siempre las que nos han de mandar,
las que nos guían en la vida.
Mucha disculpa pero no es mi culpa.
Te pido perdón por cortesía
pero las dos sabemos que son más las malas costumbres
que yo misma,
las responsables de aquesta insensatez,
de esta mala maladía.

El poema

El bestiario se amplía con tu presencia.
Son los hábitos, son los hábitos,
se empeña la directora en defender
que son los hábitos
los que nos han traído hasta aquí.
Pero no es así.
Son los recuerdos
viscerados y completos,
intranquilos e indecentes
los que nos han conformado
y traído hasta aquí.
Semanalmente te digo
que reportes tus andanzas.
Semanalmente, repito,
que prepares las pitanzas.
No es tan difícil organizarse.
Será lo mismo hacer las cosas
bien
que
mal.
Y lo mismo cuesta.
Pero no da lo mismo.
Pura la vida,
pétrea la viga.
Pura la esencia
de Cadiz a Almería.
Serenata de almacén, posdata de cantimpalo,
no es discurso el ser humano,
es la cena la que dan.
Recula, que no hace
falta que te subas
más arriba,
que te subas más la falda,
que te olvides de la prima
del almirante sentado,
que con su abrigo de pana,
remangado hasta la axila,
recita muy preocupado,
recita y requerecita:
"Vive Dios, ahí viene,
enjuto, pequeño, escueto, zafado,
el que tiene que venir".
¡¡Barbecho!!

Conclusión

Que no se levante, señora,
que se quede ahí sentada.
Que aquí mi amigo y un menda
se preparan la merienda
en menos que canta un gallo.

No se levante, señora,
le digo que así es mejor,
ya usted prefiere, le digo,
que no me levante yo.

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