viernes, 10 de octubre de 2008

En mi casa

Qué contenta estaba yo
en mi casa de casada.
Qué contenta con los muebles,
con el servicio y la azada.
Qué contenta estaba yo
con la mi pata quebrada,
conociendo los mis límites,
las mis fronteras, sin alas.
Qué contenta queda una
cuando le dicen (a las claras)
"hasta aquí puedes llegar"
más yo no me aventuraba.
Qué contenta estaba yo
con mi marido y sus normas,
su buen hacer, su cariño,
su cinturón y otras cosas.
Qué insensatez hoy en día,
¡qué pérdida de valores!
Empelote todo el día,
en la calle, sin labores,
sin saber donde acaba
ni dónde empiezan sus días.

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